En el baloncesto como en la vida, los hábitos son el motor fundamental que moldea nuestro día a día y como afrontamos las situaciones cotidianas.
La generación de hábitos es algo inevitable que se produce debido a la repetición habitual de eventos, acciones o situaciones, con lo cual es muy importante que les prestemos cierta atención y analizando si los hábitos que vamos adquiriendo son positivos o negativos de cara a nuestros intereses.
Los hábitos que vamos adquiriendo afectan directamente a nuestra actitud y estado de concentración, y terminan convirtiéndose en nuestras señas de identidad a la hora de hacer cualquier cosa, o en nuestra imagen hacía los demás. Por eso es fundamental pensar en ellos y trabajar para crear hábitos positivos, así como luchar para romper con los negativos.
Si un equipo es disciplinado, significa que sus jugadores tienen unos buenos hábitos inculcados, que les ayudan a mantener un buen estado de concentración y una forma determinada de hacer e incluso de entender las cosas.
¿Cómo podemos inculcar unos buenos hábitos en nuestros jugadores?
- Establecer normas. Marcar ciertos límites es fundamental. Sin normas no hay críterio, y sin criterio no podemos saber lo que está bien o está mal. Las normas con sus límites ayudan a crear una conciencia, ayudando a que nuestros jugadores sean reflexivos y sean conscientes de si lo que hacen está bien o mal.
- Crear rutinas. Tanto al principio de los entrenamientos con ese elemento motivador del que hablábamos en otro artículo, como la fijación de unas dinámicas concretas durante los calentamientos pre-partido, ayudarán a que nuestros jugadores se sientan más seguros y confiados, adquiriendo un estado mental de mayor concentración.
- Prestar atención a la química de equipo y reforzar detalles positivos. Detalles como chocar las palmas durante los calentamientos, hacer piña al final de los entrenamientos, o meterse en la pista para, al principio de un tiempo muerto, ir a recibir a nuestros compañeros, son pequeños gestos que al principio puede que no sean espontáneos, pero que si los reforzamos convertiéndolos en hábitos, ayudarán mucho al bienestar general de nuestros jugadores y a encarrilar dinámicas positivas como equipo.
