Estas sensaciones no son incontrolables, es decir, tener una buena racha o no, no depende del azar, depende de la actuación del deportista. Y es aquí, donde tenemos que hacer mayor hincapié, el deportista puede cambiar su suerte a través del trabajo y la confianza en uno mismo.
Pongamos como ejemplo a Ricky Rubio, joven jugador de baloncesto que ha destacado en dicho deporte desde muy joven. Al comienzo de su carrera en ACB (con 14 años), no se ejercía ninguna presión sobre él, ya que superó con creces las expectativas planteadas. Todas las valoraciones eran positivas (gran visión de juego, muy buena realización de pases y robos, rápido…). Este ambiente favorece la confianza en uno mismo, no hay que pararse a pensar en corregir nada, simplemente hay que hacerlo, sin pensar, dejar que toda fluya. Y así es.
En cambio, desde hace un par de años, la atención ya no se centra tanto en aquellas cosas que le hicieron destacar; ahora lo importante es ser un jugador completo y para ello, debe mejorar el tiro. Las valoraciones ya no son positivas, se maximizan los errores en el tiro y se minimizan los aciertos en otros aspectos del juego. Las expectativas son más altas que antes, exigiendo más al jugador y por tanto, metiendo mayor presión. Esta situación puede disminuir la confianza en uno mismo. Pero ¿cómo?.
Desde que somos pequeños, vamos conformando nuestra autoestima y confianza en nosotros mismos a través de nuestra historia de éxitos y fracasos. Cuando tenemos más éxitos que fracasos solemos tener una mayor confianza en nosotros mismos y cuando son los fracasos los que superan a los éxitos, nuestra confianza disminuye.
Cuando llevamos a cabo una actuación solemos valorar cómo lo hemos hecho y preguntar a otros su valoración:
- Si la persona o su entorno sólo se centran en lo negativo, su valoración será negativa y por tanto, su confianza disminuirá (para simplificar la explicación se ha planteado una sola situación, la confianza disminuiría si ocurriera varias veces).
- Si la persona o su entorno sólo se centran en lo positivo, su valoración será muy positiva y por tanto, podría tener un exceso de confianza, aspecto también negativo ya que no permite mejorar y progresar al deportista.
- La situación ideal sería aquella que valora positivamente los aspectos realizados (siempre hay algo que puede reforzarse, aunque sea la actitud) y comentar lo negativo (a ser posible dando la explicación de cómo mejorarlo).
En primer lugar, cuando la atención, ya sea del deportista o del entorno, se centra única y exclusivamente en lo negativo, esto empieza a magnificarse, por tanto, empieza a aumentar la presión y el miedo a hacerlo mal, disminuyendo la confianza en uno mismo, lo que a su vez incrementa el número de errores y, por tanto, las valoraciones negativas. Este círculo vicioso puede ir aumentado cada vez más hasta convertirse en un problema grave, generalizando los errores a otros aspectos.
Segundo, ante un error, solemos pensar estrategias, maneras de corregirlo. Cuando el error se produce sobre un gesto técnico, empezamos a realizar su ejecución de forma consciente, es decir, realizando variaciones para conseguir hacerlo bien, por lo que al final lo hacemos mal. Y es que los gestos técnicos, una vez aprendidos e interiorizados, pasan a realizarse de forma automática, debiéndose evitar hacerlo de forma consciente (excepto en períodos de formación o de corrección de gestos técnicos). Por ejemplo, otra conducta automatizada sería conducir. Haced la prueba y decid en voz alta los pasos detallados que tenéis que realizar para por ejemplo cambiar de carril. Posiblemente, al estar tan centrados en decirnos los pasos a realizar se nos pase algo como por ejemplo, que ha aparecido un coche que antes no estaba y no podemos cambiar de carril.
Igualmente ocurre cuando un jugador va a tirar a canasta y en vez de hacerlo como siempre, de forma automática, empieza a pensar en que tiene que meterlo, en que tiene que colocar el brazo o la mano de tal manera, etc. La atención en esos pensamientos le distrae, por lo que la probabilidad de cometer un fallo aumenta. Un nuevo error vuelve a ser una prueba de “lo malo que soy”, disminuyendo la confianza.
Ante esas situaciones ¿cómo mejorar o incrementar la confianza en uno mismo?
- Desdramatizando los errores y centrando la atención en los aspectos positivos. Es decir, quitar importancia a los fallos, resaltando los aciertos.
- Trabajando los errores con paciencia. La realización de un gesto técnico depende únicamente de la acción del deportista, no del azar; por tanto, puede mejorarse mediante un trabajo planificado, guiado y constante (hay que llegar a automatizarlo). Pero requiere tiempo por lo que no se pueden esperar resultados a corto plazo (regular las expectativas).
- Favorecer pruebas de éxito. Es decir, resaltar los aciertos en el gesto o la actuación que se está mejorando (ej: ves, has mejorado el porcentaje de ayer a hoy… o has metido 3 seguidas…).
- Aprender estrategias de control de pensamiento que permitan evitar distracciones en la ejecución.