Colección de artículos

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Lenguaje corporal del entrenador

Lenguaje corporal y estado mental de los entrenadores de baloncesto

Mucho se ha hablado del lenguaje corporal. Éste se podría definir como la comunicación que se produce sin necesidad de sonidos, simplemente con los gestos y las posturas. La mayor parte de esta comunicación se realiza, además, de manera no consciente.

También es sabido que la vía cuerpo-mente es de doble sentido. Esto significa que, al igual que nuestra mente influye de forma decisiva en nuestro cuerpo, éste es capaz de influir significativamente en nuestro estado mental. De este modo, uniendo estas dos premisas, nos encontramos que nuestro lenguaje corporal no sólo sirve para comunicarnos, sino que también podemos usarlo para influir sobre nosotros mismos.

Ejemplos muy claros de esto se da en acciones como “sacar pecho” o cerrar el puño (gesto que acompaña al famoso “¡Vamos Rafa!”). Éstas son dos acciones que podemos realizar con nuestro cuerpo, y que afectan claramente a nuestro estado mental; en este caso, a nuestra confianza y motivación.

Tradicionalmente se ha pensado que para cambiar nuestras emociones y nuestro comportamiento era necesario cambiar nuestra manera de pensar, nuestra actitud interior (el cambio desde dentro hacia fuera); hoy día la Psicología tiene muy en cuenta las extraordinarias posibilidades de crear un cambio global utilizando el sentido inverso, es decir, mostrando una actuación y un lenguaje corporal acorde con los estados internos que se pretende inducir (el cambio desde fuera hacia dentro).

Entonces, ¿podríamos pensar que nuestras posturas corporales también pueden influir en nuestra capacidad de observación, nuestra capacidad de análisis, nuestra capacidad de comunicación, etc.? Como entrenador de baloncesto, esta posible relación me resulta particularmente interesante, ya que mi actuación en entrenamientos y partidos dependerá principalmente de esas capacidades.

A continuación voy a mostrar distintas fotos y analizaré el lenguaje corporal de los entrenadores, haciendo también inferencias sobre los recursos mentales que son potenciados por cada postura. Utilizaré para ello la hipótesis de la utilidad biológica de las distintas posturas corporales. Para inferir la utilidad biológica de las distintas conductas, debemos ser conscientes de la herencia genética del ser humano y de que, mientras han evolucionado las partes del cerebro dedicadas al pensamiento y el lenguaje, los instintos y automatismos, localizados en el llamado cerebro reptil (el tronco encefálico y la médula espinal), se han mantenido intactos desde hace millones de años.

Pasemos a analizar algunas posturas:

Postura de manos en los bolsillos

Comunicación exterior: “Yo no voy a hacer nada”.

Implicación mental: Al deshabilitar las manos, el entrenador está apagando la parte de su cerebro destinada a la ejecución, a la imaginación y a la toma de decisiones. Se convierte en un sujeto pasivo. Por el contrario, se activa la parte del cerebro destinada a la observación y a la recogida de información, y se desactiva la del procesamiento activo de la información. El hecho de que esté de frente a los jugadores y tenga el pecho descubierto, facilita la observación del exterior (al contrario que si se tienen los brazos cruzados).

Pero no debemos pensar que ésta es la mejor postura para observar, ya que al estar apagado nuestro sistema de análisis y procesamiento de información, no podremos sacar partido de la información que obtengamos.

¿Para qué utilizarla?: Esta postura, por tanto, sería recomendable para aquellos casos en los que queremos observar, tomar datos, promover la participación, pero no participar. Por ejemplo, en situaciones en las que buscamos que los jugadores expongan opiniones, puntos de vista, etc.; cuando dejamos que nuestro ayudante dirija un ejercicio; o en los partidos, cuando sintamos que estamos demasiado nerviosos, y queramos recoger información de lo que sucede en el partido, pero sin precipitarnos en tomar decisiones o actuar.

Postura de brazos cruzados

Comunicación exterior: “No me fío”; “Dejadme solo”;

Implicación mental: Se trata de una postura de protección ante la amenaza. Cuando el cerebro activa este estado, los recursos se dirigen a la supervivencia. Dentro de las acciones que puede tomar un organismo en este estado, la postura de brazos cruzados se podría asimilar a la acción de hacerse el muerto o quedarse inmóviles, que ejecutan algunos animales ante amenazas de las que no ven posibilidad de escape. En esta postura también anulamos nuestra capacidad de acción, al “atar” nuestros brazos, y buscamos la protección utilizando los brazos como posible defensa. De este modo, con la situación de alerta, y con la acción de inmovilización tomada, la atención se divide: la vista pasa a un segundo plano y se agudiza el oído. Además, dada la implicación para la supervivencia en esta situación, la información captada por este medio se procesa automáticamente de forma inconsciente, lo que implica que las decisiones que se tomen en función de la información que entre por este canal tiendan a ser inmediatas. La introspección se maximiza, y esto hace que, aunque se aumente la capacidad auditiva, toda la información se procesará en función de las necesidades de uno mismo, con lo que lo más probable es que no consigamos contactar con los pensamientos y sentimientos de nuestros interlocutores.

¿Para qué utilizarla?: Esta postura puede resultar muy útil cuando queremos tomar un momento de respiro; cuando queremos reordenar nuestros pensamientos y recuperar el plan de partido con el que habíamos empezado. Otra posibilidad de uso, ya que permite la apertura máxima de los canales auditivos, es utilizarla cuando los ayudantes nos den sus impresiones, ya que podremos escucharles e incorporar automáticamente sus impresiones a nuestro procesamiento sin necesidad de hacer un análisis consciente de la información. Deberemos tener siempre en cuenta que, con esta postura, no facilitamos la recepción de nuevas ideas, sino la incorporación de nuevos datos a la idea que estamos formando en ese momento.

Postura de sentado + brazos cruzados + taparse la boca + vista al frente

Comunicación exterior: “Estoy observando algo (interior o exterior)”; “Estoy pensando”

Implicación mental: Con esta postura, anulamos completamente nuestra capacidad de acción. Es una postura de pura observación, en la que todos los recursos se centran en la recogida de información, principalmente por el canal visual. Nos negamos a nosotros mismos cualquier posibilidad de reacción, aunque de forma represiva y no natural. Es decir, nos controlamos para no empeorar la situación y nos tomamos un tiempo para apaciguar una reacción que intuimos que nos pueda causar algún problema.

¿Para qué utilizarla?: Deberemos utilizar esta postura siempre que necesitemos un momento de reflexión. Desgraciadamente, esta postura implicará posiblemente que se esté viviendo un mal momento en el que la mejor solución parezca hacer o decir cosas que no podemos o no nos atrevemos a hacer o decir. Esta postura nos permitirá observar, a la vez que “tragarnos” lo que sea. Lo que debemos saber es que el esfuerzo que nos va a suponer estar conteniendo las acciones o verbalizaciones que sean, va a impedir que podamos observar y procesar la información con todo nuestro potencial; por eso debemos valorar si queremos hacerlo.

La misma postura de brazos, pero estando de pie, indica la misma intención y preparación para la observación, y el control y represión de cualquier conducta que pudiera producirse antes de tiempo. Sin embargo, al estar de pie, este entrenador da muestras de (y se genera a sí mismo) confianza para poder actuar con garantías cuando estime oportuno.

Postura de brazos en jarras

Comunicación exterior: “Estoy esperando a que pase algo (tanto bueno como malo), y luego ya veré lo que hago”

Implicación interior: Esta postura tiene una implicación similar a la de las manos en los bolsillos, ya que anulamos nuestra capacidad de actuación mediante la retención de la acción de nuestras manos, pero tiene una connotación distinta; mientras que la anterior nos preparaba para ver y escuchar cualquier cosa sin tomar partido, esta nos prepara para ver y escuchar, pero sólo lo que queremos ver y escuchar. Esta postura ordena al cerebro activar la función de reconocimiento, pero no la de análisis. Esto quiere decir que sólo percibiremos las conductas que estemos esperando que se produzcan, y no nos daremos cuenta de prácticamente nada más. Los entrenadores solemos tomar esta postura cuando el partido no va como nosotros esperábamos y estamos esperando a que los jugadores “reaccionen” y empiecen a hacer las cosas como deben. Lo malo es que, mientras estemos adoptando esta postura seremos incapaces de percibir lo que realmente esté pasando en el campo, y por lo tanto, incapaces de procesar información y de tomar decisiones que puedan ayudar a nuestros jugadores.

¿Para qué utilizarla?: Esta postura deberemos usarla sobre todo en entrenamientos, en ejercicios en los que haya objetivos claros o conductas concretas que queremos detectar. En los partidos, podemos utilizarla cuando queramos detectar si nuestro equipo, el contrario o cualquier jugador, realiza cualquier acción; pero recordando siempre que nos impide participar del partido y captar toda la información que no sea la que esperamos.

Postura de cuclillas

Comunicación exterior: “Estoy al acecho”

Implicación interior: Podría decirse que esta postura es contraria a la de los brazos cruzados. Aquí, el entrenador está controlando sus movimientos, pero en una posición que le posibilita una reacción inmediata hacia el objeto que está observando. Es claramente la posición del depredador que acecha a la presa y, como tal, tiene todo su potencial receptor en los canales visuales. Como se observa en la foto, en esta postura, no se quiere intervenir, de ahí que use una mano para tapar su boca. Contrariamente de lo que ocurre con la posición de brazos en jarras, en esta posición el entrenador observa la acción sin una idea preconcebida de lo que espera, sino con la intención de actuar en cuanto haya la más mínima oportunidad.

¿Para qué utilizarla?: Esta postura es muy útil para observar visualmente y en especial, para detectar los errores propios o puntos débiles de los rivales (dado que se activa el estado mental de depredador). Dada la tensión que conlleva esta postura, tanto mental como física, es conveniente elegir correctamente los momentos para usarla. También hay que tener en cuenta el ángulo de visión que se consigue con esta postura, y que probablemente haga difícil la observación de situaciones muy cercanas. Dados estos pros y contras, recomiendo al entrenador que tenga cierta planificación de los momentos del partido en los que utilizará esta postura.

Postura de estar erguido con los brazos a los lados

Comunicación exterior: “Voy a actuar”

Implicación interior: Postura destinada totalmente a la acción. La postura erguida permite al cuerpo dirigirse en cualquier dirección, y los brazos a los lados, están preparados para realizar cualquier acción. Con esta postura, repartimos los recursos por igual entre mente y cuerpo, y mantenemos abiertos todos los canales sensoriales.

¿Para qué utilizarla?: Esta debe ser la postura básica del entrenador en la mayor parte de las situaciones. El entrenador podrá observar, procesar la información y actuar con eficacia suficiente. Desde esta postura vendrán la mayor parte de las conductas y verbalizaciones, acertadas y erróneas, de los entrenadores. Se recomienda mantener esta postura el mayor tiempo posible, salvo cuando se deban utilizar las posturas indicadas anteriormente o cuando se necesite (y se pueda) tomar un descanso, tanto físico como mental.

Recomendaciones finales:


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